Sábado 23 de febrero de 2008
Si bien este mensaje no va para quienes se ocupan de nuestros mayores, si quiero hacer llegar un mensaje que tenemos que tener presente, por la salud mental de todos.
Todo proyecto social, económico, político, cultural y educativo, necesariamente tiene una misión que cumplir y por tal motivo tiene que tomar en cuenta los impactos que genera en la sociedad donde estos se aplican.
El motivo que me invita a abordar este tema en el día de hoy, es la angustia que he captado por parte de muchas personas mayores con la situación que están viviendo. Percibo que los impactos que se están dando en nuestra sociedad, pareciera que tienen poca atención.
No me atrevo a decir que nadie se ha percatado, pero si quisiera llamar la atención a familiares, instituciones, comunidades y al estado, de la responsabilidad que tenemos ante una realidad que está ante nuestros ojos y que no es recomendable pasar por alto, porque es mas grave de lo que nos podemos imaginar, hasta el punto de poder considerar que estamos a un paso de una sociedad enferma mentalmente. En este caso al menos en la población que hoy llamamos hermosamente juventud prolongada, tercera edad o cariñosamente como muchos les dicen nuestros viejos.
No quiero exagerar, no quiero juzgar y mucho menos opinar como si fuera experta, por no tener una investigación concreta con estadísticas que apoyen lo que he observado como socióloga y ciudadana que me muevo en esta ciudad de oeste a este y que acostumbro a conversar cuando estoy en un banco, en un médico, en un auto mercado, en un juego de fútbol, en reuniones familiares y sociales. Cuando camino en mi comunidad, o convivo en la comunidad estudiantil a la que pertenezco, cuando voy a la playa, a un cine y en muchas otras oportunidades que me permiten captar cierta situación que me preocupa.
Por eso solo describiré lo que he vivido y oído, cada quien revise su entorno y evalúe si lo que digo es cierto y con su conciencia, sensibilidad y su responsabilidad, actúe al menos con quien tenga más cerca.
Personas que hasta el día de hoy, han sido totalmente independientes se han encontrado de la noche a la mañana ante una serie de circunstancias que si bien otros en otras épocas vivieron y resolvieron, es ahora que tenemos que actuar con nuestra realidad.
Comienzo con la situación que tienen que afrontar día a día estas personas en los cajeros automáticos de cualquier banco, (unos mas fáciles que otros, por tal motivo hago un llamado a los bancos para que revisen su sistema o presten un servicio especial a estos clientes).
Esta juventud prolongada están confrontando serios problemas de atención, confusión y concentración por la rapidez con la que funcionan estos equipos, que no les permite responder de inmediato las preguntas realizadas, les impide retener las mil y unas claves que tienen que memorizar, una vez que se marca la clave de apertura, luego tienen que cambiarla y después repetirla y una vez hecho todo correctamente, generalmente se informa que se ha introducido una clave no autorizada y si se vuelve hacer la operación se invalida la tarjeta.
Esto desde el punto de vista emocional está creando en estas personas un desconcierto e incertidumbre tremenda, miedo o vergüenza a realizar este tipo de acciones que hasta no hace nada realizaban, impotencia por no tener la capacidad de manejar la situación y una baja autoestima porque piensan que están mal o están perdiendo la memoria y sus competencias .Convencerlos que no es a ellos los únicos a quien les pasa les crea mas angustia porque se sienten que los están engañando.
Siguiendo con los bancos, viene otra situación que les está creando mucha angustia, tristeza, asombro y una gran confusión y es la nueva moneda, esto unido a lo anterior les hace sentirse muy mal porque perciben realmente que los ahorros que con tanto sacrificio habían acumulado ya no los tienen y en ocasiones se cierran y se niegan a aceptarlo.
Se une a esto otro problema grande que los bancos deben atender y es que en algunos no todos, la caja o taquilla dispuesta para la tercera edad a veces no cumple la función para las que fueron creadas y en ocasiones hasta tienen que esperar mas, esto los hace sentirse disminuidos, tristes, relegados y con mucha rabia.
Otra dificultad a la que se tienen que enfrentar es a la escasez de los productos que precisamente son los que les permite tener su calidad de vida, como tomarse su café con leche, con mantequilla y pan. Al no tener a la mano el producto tienen que depender de los demás o hacer largas colas que les cansa y le hace sentir muy mal, por no estar acostumbrados a esta nueva cultura que les ha sido impuesta.
Otra contrariedad que está minando la tranquilidad de nuestros padres y abuelos, que muchos de ellos habían disfrutado por haber sido personas sanas, es el no poder encontrar las medicinas básicas que ellos saben que les permitirá vivir más. Así mismo al darse cuenta de los problemas hospitalarios y el que a muchos de ellos les han eliminado su seguro de vida aumenta la incertidumbre, el miedo, la tristeza y la nostalgia emociones que contribuyen a disminuir esa autoestima que hasta no hace nada la tenían vigente.
Esto se agrava con un sentimiento más fuerte y difícil de afrontar y es la separación que están viviendo al tener lejos a los nietos, a los hijos y familiares que han tenido que viajar fuera por distintos motivos que se han presentado en nuestro país. Esto les crea muchísima tristeza, dolor, rabia, mucha sensibilidad y sobre todo nostalgia por el temor a no poder ver más a sus seres queridos, por cuanto también se les dificulta salir afuera, por lo complicado de obtener el pasaporte o no tener recursos financieros para viajar.
Y no hablemos del temor y miedo constante que tienen ya sea por ellos o los suyos al tener que afrontar diariamente la delincuencia y la inseguridad que los ataca diariamente.
Esto nos tiene que llevar a la reflexión por cuanto nos acostumbramos y somos indiferentes ante estas circunstancias a la que se tienen que enfrentar, además de la difícil realidad de sentir que se les adelanta la vejez. Tenemos que centrarnos en su escenario para poderlos atender y entender.
Desde el punto de vista de la inteligencia emocional, este cúmulo de emociones que muchas veces no pueden controlar, y que ni siquiera pueden tener el tiempo para identificarlas y manejarlas, les hace enviar mensajes a su cerebro que no contribuyen a esa concentración que necesitan, ni a elevar su estado de animo y autoestima que es la que les puede ayudar afrontar sus años dorados.
Ya que hasta algo tan sencillo como oxigenar el cerebro para poder pensar, sentir y tomar sus decisiones, se les está interrumpiendo con todas estas situaciones que pudieran obviarse si estuviéramos en una sociedad emocionalmente inteligente.
Entonces hago un llamado urgente a atender este problema antes que se haga tarde. Así mismo felicito a todas aquellas personas e instituciones que han detectado esta situación y tienen programas y atenciones especiales para estos seres que dedicaron su vida a formar ciudadanos felices. Programas que al menos les permiten tener un poco más de calidad de vida y por lo tanto pueden concentrarse mejor y sentirse aliviados ante tantas dificultades.